2 de mayo de 2012

Un libro


--Mi libro es aquel pequeñito y rojo, de dorado lomo y dibujos inocentes; 
 con apariencia de cuento de hadas, pero encerrando la sabiduría del mundo.--

--Mi libro es aquel que muchos han leído, pero contados son los que logran descifrar.--



Ya lo he dicho, con o sin café en la mano derecha; sin aliento o con los pulmones llenos; desenfadado o cansado de preguntas irrelevantes: Todos somos como libros y, aparentando o no, todos deseamos que nuestra historia sea leída.

A nuestros ojos, algunos tendrán portadas llanas, apenas con unas cuantas palabras y ya está; otros, con exteriores elegantes, misteriosos, o demasiado atractivos a la vista. Son sólo meras puertas para decidir si leer o no, pero puede distar de la verdadera esencia. Hay toda una sustancia narrativa en su interior y podríamos perdernos de esta maravilla llevándonos solamente por ese instinto. 

Desde luego, una portada llamativa es una invitación a una historia sorprendente, pero igual lo es aquella sin título y revestida sólo con tapas color azul desgastado. Una portada es simbólica e importante, pero entenderla requiere el esfuerzo de leer sus entrañas.

Al final, todas son grandes historias; son valiosas y esto se incrementa dependiendo de cuanto marca cada una de ellas en nuestra persona; que tanto influyen sus ideas y personajes,   y la fuerza con que se han filtrado en nuestro ser, pasando a formar parte de nuestra historia.

El arte de leer consiste en adentrarse a un mundo, saborearlo y disfrutar de lo que ofrece sin querer guiar los acontecimientos bajo nuestra propia visión. No ensuciemos la historia de cada persona tratando de editarla y corregirla bajo nuestra propia mano. No tratemos de agregar capítulos o maquillar finales. 

No arruinemos la belleza de una novela única en su tipo con nuestros prejuicios. Seamos lectores, espectadores de mundos; editemos historias si se nos invita y, sobre todo, seamos los protagonistas de nuestro propio libro. Sólo así disfrutaremos realmente leer a otros y ser leídos. 

El arte de leer implica entrega, desprenderse de nuestras corazas e ideologías; es perderse temporalmente en paraísos desconocidos. El arte de leer se traduce en comprensión, interpretación, mutación y hasta adaptación. Se convierte uno en viajero de tierras misteriosas, donde no se puede dar el lujo siempre de modificar las letras; donde quedamos en todo "secundarios o incidentales".

No hay regla o fórmula para saber leer; todo libro tiene reglas propias y entender como leer uno no aplica al siguiente. La interpretación es importante, pero no se casen con ella. Lean de vez en cuando entre líneas, interpretando símbolos y pasajes; disfruten esa sensación mágica de adivinación, pero no se estanquen en esas versiones personales. Vayan más allá. A veces en lo más literal está la clave - frente a nosotros - y no apreciamos su belleza por hundirla en océanos de interpretación.

 Lean con paciencia, con calma. Leer como escuchar. Dejar las historias fluir. A veces se lee sólo lo que se cree que es, y no lo que en verdad está escrito. Por eso leer es un arte.



Les invito a que lean con la única intención de eso... leer. 

La lectura es un deleite; no se nos concedió un don así para indigestarnos el alma. Quítense toda prenda de prejuicio y desnúdense; lean con la pureza que se requiere para entrar a un libro. Y después - si les ha marcado - lleven consigo los momentos e ideas importantes, los que quieran conservar para sí; los que sirvan de inspiración o advertencia para su propia historia.



1 comentario:

Diego Hernández! dijo...

es genial la ilustración !! y el texto también, concuerdo demasiado... ojalá la gente seleccionara sus libros por su argumento y no por su portada

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